Mañana del 20 de diciembre de 1941, China, diez bombarderos Ki-21 “Sally” parten para una misión rutinaria de bombardeo de Kunming. Para los pilotos es otra misión más, llevan meses bombardeando la población, saben que será una misión tranquila, los chinos no tienen cazas ni artillería antiaérea. Ni siquiera van escoltados. Sin embargo, a 50 km de su objetivo cuatro cazas se interponen en su camino; sorprendidos, sueltan sus bombas y ponen rumbo a su base en Hanoi; pero de lo alto, aparecen otros diez aparatos, pesados P-40 con fauces de tiburón pintadas en los morros que se abalanzan sobre los bombarderos, tres caen envueltos en llamas; en la vuelta, cuatro de ellos habían recibido tantos daños que acaban por estrellarse camino a Hanoi. Los japoneses acababan de encontrarse con el AVG (American Volunteer Group), más conocidos poco después como Los Tigres Voladores.
En 1937, Claire Lee Chennault, capitán retirado del Cuerpo Aéreo del Ejercito norteamericano, fue contratado como asesor por la Sra. Soong Mei Ling, esposa de Chiang Kai-Chek, líder del partido nacionalista chino, y principal dirigente de China (en la cual, se fraguaba una guerra civil entre los comunistas y nacionalistas, aparcada por la agresión japonesa), con el objetivo de revitalizar la Fuerza Aérea China frente al amenazador poder de Japón. Al estallar la guerra, Chennault, ahora autonombrado coronel y ferviente defensor del avión de caza, se propuso convertir a la aviación China en una arma eficaz, sin embargo no seria fácil. En teoría, sobre el papel, contaba con 500 aviones, en realidad, Chennault no pudo encontrar más de 91 en estado de vuelo; la instrucción de los aviadores Chinos, de la mano de instructores italianos fue penosa. Frustrado y furioso, el Capitán Chennault contemplo como un día, con un tiempo inmejorable, los pilotos accidentaron 6 aviones durante las maniobras de despegue o aterrizaje. Durante unos meses contó con la ayuda del General Anonov, al mando de seis escuadrillas de la aviación soviética, enviadas por Stalin para ayudar a Chiang.
El material con el que combatía China era variado, cazas P-36 americanos; Polikarpovs I-15, I-153 e I-16 rusos, CR-32 Italianos entre otros aparatos, sin embargo a pesar de la dedicación de Chennault por construir aeródromos, preparar sistemas de alerta temprana por radio y teléfono, y recopilar información sobre los aparatos japoneses, los pilotos chinos, no pudieron enfrentarse con igualdad a los japoneses, los cuales bombardeaban casi diariamente Chunking con más de 100 aviones. En 1940, Chennault viaja a EE.UU. con el propósito de comprar aviones más modernos para China, en su viaje, también se propone contratar pilotos experimentados. Con ayuda del cuñado de la Sra. Mei Ling, que conocía a influyentes americanos, Chennault consigue la autorización a regañadientes del presidente Roosevelt para contratar aviadores entre las ramas aéreas de ejercito americano; la principal exigencia fue que se llevase a cabo con máxima discreción, para lo cual se creo la tapadera de una Compañía de mantenimiento de aviones, la CAMCO.
Así, Chennault reunió a 112 pilotos del ejercito, la marina y el cuerpo de marines, que cobrarían entre 600 y 750 $ mensuales; además de un plus de 500 $ por aparato derribado, y más tarde, también por avión destruido también en tierra. Estos hombres, fueron licenciados de sus unidades para integrarse en el AVG; aunque había muchos pilotos de caza, había también varios aviadores de bombarderos y aviones de transporte. Y aunque la paga era suculenta, también les interesaba la llamada de la acción y la aventura. Chennault también compro 100 cazas P-40B “Tomahawk”, en principio destinados a los británicos, pero estos los habían rechazado a raíz de los malos resultados en combate contra los Bf-109 germanos en Europa. Aparte otros 150 americanos fueron enrolados en el AVG en concepto de técnicos y asistencia para mantener los aviones operativos.
Así, pues, el AVG estaba listo para comenzar. El primer contingente partió el 10 de julio, con pasaportes falsos que los identificaban como turistas y hombres de negocio. Nada más llegar a China, Chennault se puso manos a la obra enseñando a sus pilotos los pormenores de la red de defensa, haciéndoles aprender el idioma, las costumbres y la geografía de China, así como leerse los manuales de vuelo de aviones japoneses derribados que fueron traducidos al ingles. Sin embargo, los comienzos en el país asiático no fueron fáciles; muchos de los cazas carecían de miras, soportes para depósitos auxiliares o bombas, incluso de equipos de radio; lo cual dio quebraderos de cabeza para los mecánicos del grupo, pero que finalmente fueron solventados, en ocasiones, gracias a la inventiva de estos hombres; durante la instrucción (recordemos que algunos de estos pilotos provenían de bombarderos o hidroaviones) se produjeron algunos accidentes; uno de los pilotos llego a estrellar 5 aviones en maniobras de despegue y aterrizaje, siendo jocosamente reconocido por sus compañeros, como as japonés con 5 aviones americanos en su haber, incluso se le marcaron en el fuselaje de su avión definitivo. Para fecha del 2 de diciembre; Chennault podía contar con 89 pilotos y 62 cazas en estado de vuelo. La unidad se dividiría en tres escuadrones, el 1er Escuadrón ("Adam & Eves"), 2º Escuadrón ("Panda Bears") y 3º Escuadrón ("Hell's Angels"). Estas escuadrones llevaban vistosas fauces de tiburón en el morro, inspiradas en una fotografía de un caza británico en Africa, que vio uno de los pilotos. También contaban con los dibujos del escuadrón y el símbolo de la unidad, un tigre volador diseñado por un dibujante de Walt Disney. Estos aparatos serian divididos, siendo destinados dos escuadrones (el 1º y 2º) a Kunming, como pantalla aérea contra los japoneses en la zona occidental de China, y el otro a Rangun, apoyando a los británicos.
El P-40B era un caza relativamente lento y pesado, armado con 2 ametralladoras de 12,7 mm y 4 de 7,7 mm, aunque robusto y protegido, la única ventaja que tenían realmente los P-40C "Tomahawk" era la mayor velocidad en picado y poco mas, depósitos auto-obturantes, blindaje en la cabina y ametralladoras pesadas, que le daban potencia de fuego pero restaban agilidad. No contaban con miras ópticas para apuntar los cañones.
Los depósitos auto-obturantes fueron una de sus pocas ventajas durante la guerra del Pacifico. Las alas, que alojaban parte del combustible, estaban divididas en cuadernas. Cuando recibían un impacto de bala, en vez de prender fuego al resto del avión o perder todo el combustible, lo que sucedía es que una válvula se cerraba haciendo el vacío y esa cuaderna quedaba aislada, ardiendo o perdiendo combustible solo ese compartimento. Pero Chennault sabia perfectamente que no era rival para los más ágiles cazas nipones, por lo que dio firmes instrucciones a sus pilotos de que nunca entablaran combate contra los Ki-27 Nate o los Zero (sin embargo, a pesar de la mitología popular, los Tigres Voladores nunca se enfrentaron a los famosos Zeros, ya que dichos aviones fueron retirados del frente a finales del verano de 1941; los Zeros reivindicados por los hombres de Chennault posiblemente se debieron a errores de identificación). Para subsanar sus defectos, los pilotos atacaban en parejas, picando desde lo alto para ganar velocidad, disparando sus armas, y una vez sobrepasado el objetivo, se abrían para desorientar a los posibles perseguidores. Sus principales adversarios serian los aviones del ejercito Imperial japonés. Los ágiles Ki-27 Nate, de los cuales Chennault dijo “ascienden como un cohete y se mueven como una ardilla”, los Ki-43 Hayabusha, el caza más moderno del que disponía el ejercito en China y el bombardero bimotor Ki-21 “Sally”, un buen avión, pero como otros muchos diseños nipones, sacrificaba protección y carga bélica a favor de velocidad y alcance.
Al bautismo de fuego del 20 de diciembre, le siguió otro combate el día 23, donde 14 “Tigres” apoyaron a 16 Buffalo de la RAF en la defensa de Rangún; en el combate, se reivindicaron 14 aparatos japoneses derribados (10 por los Tigres Voladores), por la perdida de 4 P-40 y 5 Buffalo. Dos días después, los japoneses volvieron con 80 bombarderos y 48 cazas, los Tigres derribaron 23, más 6 probables; los ataques no cesaron al igual que la férrea resistencia de los pilotos del AVG; para el 31 de diciembre, las derribos reclamados eran de 75 aviones. En contra, Chennault había perdido a 4 pilotos y 6 aviones. Tras esta irrupción, los japoneses sacaron conclusiones de sus nuevos adversarios; los cazas del sol naciente eran mucho más ágiles y superiores en combate cerrado, aunque tuvieron que admitir, que su armamento (ametralladoras de 7,7 mm, y en el mejor de los casos 2 de 12,7), era poco eficaz contra los robustos P-40 del AVG.
En tierra, la disciplina militar era casi inexistente, los pilotos del AVG vestían informalmente, con botas de montar o sombreros de cowboy; solo vestían uniforme para las celebraciones formales y los funerales. Aunque existían ciertas normas, que expulsaban a todo aquel que abusase del consumo de drogas o alcohol, fingiese enfermedad, fuese insubordinado o revelase información útil a los japoneses. Otras faltas menores eran sancionadas con multas. Pasaban el tiempo en tierra ganduleando, en salas de ocio, durmiendo, cazando patos o jugando a al póker con su jefe Chennault, el cual, por cierto, casi siempre les ganaba. También se corrían algunas juergas hasta el amanecer. Famosa es la anécdota cuando varios muchachos del AVG, bastante enardecidos por el alcohol, convencieron a un piloto de un avión de transporte C-47 para un improvisado raid. Cargaron el aparato con todas las bombas que pudieron encontrar y con bebidas alcohólicas. Sobrevolaron su objetivo, Hanoi, donde literalmente, lanzaron las bombas a patadas del avión. Mientras, los mecánicos se afanaban en poner en servicio los cazas averiados, recurriendo muchas veces a su inventiva ante la falta de repuestos; recorrían la selva buscando aviones caídos para recuperar lo que se pudiese, e incluso tuvieron que recurrir a tapar los agujeros de los depósitos de combustible con chicle y parchear el fuselaje con cinta adhesiva. Una de las aportaciones de aquellos mecánicos fue pulir con cera el fuselaje de los aviones, comprobando que así podían llegar a ganar 15 km/h. Su contribución fue clave, tal y como reconoció un piloto más tarde “No olvide hablar especialmente de nuestro personal de tierra” le dijo a un periodista “Han soportado bombardeos y fuego de ametralladoras, y siempre han estado allí fuera trabajando en nuestros aviones a todas horas”.
Para suplir su numero, el AVG repintaba los aviones ocasionalmente, y en combate alteraban sus voces y daban instrucciones a escuadrones imaginarios. Para proteger sus preciados aviones, en algunos aeródromos se opto por esconder los aviones bajo los arboles, colocando falsos P-40 de madera y lona para engañar a los bombarderos enemigos.
Como toda unidad, los Tigres Voladores, contaron con sus propios héroes, algunos terminados de forjar durante el conflicto; Robert Neale, obtuvo 13 derribos antes de volver a casa, llegando incluso a merecer la medalla por servicios distinguidos por parte de los británicos por su labor en los cielos de Burma; “Tex” Hill, uno de los más famosos “tigres” se anoto 10,25 victorias aéreas, a las que habría que sumar 8 en el 23er Grupo de Caza de la USAAF que sucedió al AVG; Charles Older, acabaría la guerra con 18 victorias y 5 probables, de las que 5 fueron con los “Tigres Voladores”, Greg Boyington, al que el AVG le adjudica 2 victorias (aunque se elevan a 6 reclamando los aviones dañados en tierra); fue el más popular de los voluntarios americanos (llegando a incluso a hacerse una serie sobre él); siendo líder del escuadrón de los marines VMF-114 “ovejas negras” con los que elevaría su cuenta a 28 aparatos derribados. No obstante para los pilotos que continuaron carrera en otros escuadrones de las fuerzas armadas americanas, oficialmente, sus victorias en su etapa del AVG no son reconocidas.
Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, que incluían no solo interceptar sus bombarderos, sino también atacar sus líneas de suministros, el AVG no podía contener la marea japonesa; el 7 de marzo de 1942, caía Rangún, y los “tigres” se replegaron al norte de Burma. Finalmente Chennault se vio obligado a trasladar a los pocos aviones operativos con los que contaba en Birmania a China. En el repliegue, Chennault envío un puñado de aviones contra los japoneses que intentaban cruzar el río Salween, cerca de la frontera China. Los aviones ametrallaron y bombardearon todo lo que pudieron, y al final, solo unos pocos japoneses llegaron hasta el río. El padre de los Tigres Voladores creyó que había conseguido frenar el avance enemigo, lo cierto es que los japoneses no tenían intención de continuar el avance. Así pues, Chennault se llevo la equivocada idea de que el poder aéreo podría batir a los japoneses; concepto que tendría consecuencias en el teatro de operaciones. Desde sus bases en China, los Tigres Voladores, proporcionarían protección aérea interceptando a las fuerzas de bombarderos y protegiendo el repliegue de las tropas; a la vez que, cargados de bombas, arremetían contra las tropas terrestres del Ejercito Imperial.
Finalmente, el 4 de julio de 1942, el gobierno estadounidense ordeno la disolución del AVG, puesto que los mandos no tenían ningún interés en que existiese una fuerza mercenaria fuera de los canales militares, además de no tener ningún sentido una vez declarada la guerra abierta entre EE.UU y Japón (el segundo grupo de voluntarios, con 82 pilotos y equipados con bombarderos ligeros “Boston” y “Hudson” fue reabsorbido por el ejercito americano antes de llegar a China). El AVG fue reorganizado y paso a formar parte del Ejercito, como Destacamento Especial Aéreo de China (más tarde, disuelto y sustituido por la recién creada 14ª Fuerza Aérea), aunque a la fuerza aérea americana del frente Chino se les siguió conociendo como los Tigres Voladores y se mantuvo la tradición de pintar las fauces de tiburón, especialmente en el 23er Grupo de Caza que fue activado para reemplazar al AVG. Chennault, nuevamente en servicio con la USAAF, fue ascendido a general de brigada, seguía estando al mando del contingente aéreo en China pero se veía subordinado al General Clayton Bissell, comandante de la 10ª Fuerza Aérea y un viejo rival de Chennault en la doctrina de bombardeo estratégico y la fuerza de bombarderos por encima de la de cazas, sin embargo, se libraría de su superior más tarde, al ser ascendido y nombrado comandante de la 14ª Fuerza Aérea. Chennault también seguía estando subordinado al jefe del Estado Mayor Aliado del teatro, el General Joseph Stilwell, con el que mantendría una tensa relación debida a sus diferentes ideas sobre como llevar la guerra y utilizar la aviación, solamente su mayor tacto y afinidad con Chiang (al cual estaba subordinado Stilwell) le permitió seguir con cierta comodidad desempeñando su cargo. De Stilwell, llegaría a decir “desconfía de todo lo que sea más complejo que un fusil”, finalmente dichas desavenencias culminarían con la retirada de Chennault del servicio activo en Julio de 1945. Algunos de los pilotos siguieron su servicio con el reorganizado escuadrón; otros volvieron a EE.UU. y se reengancharon en las fueras armadas y otros cogieron el dinero y desaparecieron.
Oficialmente, en los 7 meses que estuvo en activo la unidad, los Tigres Voladores se enfrentaron siempre a fuerzas superiores, a veces en inferioridad de 6 a 1. Durante este periodo dieron cuenta de 299 aviones enemigos, más 153 probables; aunque dado el carácter de la unidad, donde se recibía una prima por avión derribado, es muy posible que los pilotos inflaran los resultados. El autor Daniel Ford, mantiene que es poco probable que las bajas japonesas superasen los 115 aparatos, incluidos los destruidos en tierra, basándose en sus estudios en los que afirma que los pilotos americanos exageraban sus victorias un 150%. Esta sobrevaloración también es debida a errores de identificación, reclamando bombarderos que habían sido alcanzados por varios pilotos y cada uno reivindico un derribo, aviones que retornaron dañados, pero volvieron o sencillamente datos contradictorios. Estos 115 aviones quedan lejos del medio millar o incluso mil que algunas cuentas les atribuyen, una cifra a todas luces exagerada. Es posible, que algunos que enuncian el millar de derribos del AVG confunda datos, puesto que se calcula que durante toda la guerra en China, el AVG, y los escuadrones de caza que los sucedieron, ya oficialmente encuadrados en el ejercito americano, dieron cuenta de 1.200 aviones, 700 probables por la perdida de 573 aviones propios. Lo que si es más fiable son las bajas, que ascendieron a 21 hombres; cinco en combate aéreo o por accidentes en misiones de combate, nueve abatidos por las armas antiaéreas cuando atacaban objetivos terrestres y otros siete en accidentes aéreos, incluyendo los accidentados en entrenamiento, o en bombardeos enemigos. De estos, 4 hombres fueron capturados por los japoneses.
Aunque el AVG nunca tuvo ninguna influencia en el transcurso de la guerra, su aparición se convirtió en una molestia para los japoneses, que hasta entonces habían sobrevolado China con relativa tranquilidad, tanto, que no dudaron en calificarlos de bandidos y amenazar con tratarles como tales si eran capturados. Dicho de otro modo, si eran capturados podían ser ejecutados. Y como no, sirvieron para elevar la moral en las horas más bajas; en algún lugar de China, un grupo de americanos estaba presentando batalla a los japoneses con buenos resultados. Aunque la realidad quede lejos de la visión romántica y aventurera que nos ha dado la cultura popular de estos mercenarios, es innegable que lucharon con valentía contra un enemigo superior, y sus perdidas, teniendo en cuenta los combates y enemigos a los que se enfrentaron, fueron mínimas.
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